Aún se preserva aquel niño dentro, ése que crece con los
sueños del día
No se es joven ni viejo al atardecer de un cielo…
Tampoco se es cuerdo para entender los sentimientos
Ni se es loco para justificarse por nuestra melancólica
alegría…
Nada basta para escuchar un cuento de hadas
Ni la juventud impide el sonar de aquel verso lleno de
colores
Nada sobra para comprender las rimas allá afuera
Ni la vejez que impide reír y observar la luz de esos bellos
olores…
Ni siquiera el detestable tiempo que pide “calma”
Para escuchar la risa de plata en una mirada soleada
Ni siquiera las tempestades que irrumpen tu joven vida
Para vestir a los efímeros dolores de su grata miel de hada…
Y surge otro cuento del alba hacia las mañanas venideras
Y empiezan otros días con los soles del verano
Habitando los ecos de las mojadas memorias
Aunque los odios de ésta vida te digan que no hace daño…
Aún se preserva aquel niño dentro, ése que crece con cada
sueño
Aunque el odioso tiempo te diga “olvida”
Y se escucha una vez aquella voz que antes estaba llena de
temor
Y te invita a lo pacífico de una larga siesta, hacia la
pacífica alcoba llena de vida
Ahora las rojizas montañas del fuego delirante
Invitan a una larga estocada, con la infancia, nido de
alegría
Aunque las ráfagas de viento soplen fuerte y rebosante
No harán temblar las lagunas de una historia hechos para
cada día…
Aún vive un niño dentro…
Aún puedes reír y vivir por ello…
Aún puedes surgir del hueco más profundo y ser feliz en el
intento…
Aún, aún, aún… no es tarde todavía.